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 ¿De veras?
 ¿Qué edad tiene usted, Greenberg?
 ¿Yo? Treinta y siete años.
 Ya. ¿Cuál es su actual jerarquía?
 ¿Cómo dice, señor? Oficial diplomático de segunda clase..., propuesto para primera.
¿Qué diablos era aquello? Kiku lo sabía tan bien como él; probablemente sabía incluso
el número que calzaba.
 Lo bastante mayor como para tener juicio  musitó Kiku . Rango suficiente para ser
nombrado embajador... o agregado a un embajador de carrera. Sergei, ¿a qué se debe
que sea usted tan enormemente estúpido?
Los músculos de la mandíbula de Greenberg se contrajeron, pero no dijo nada.
 ¿Y bien?
 Señor  respondió Greenberg con voz glacial , usted es mayor y con más
experiencia que yo. ¿Puedo preguntarle por qué es tan enormemente grosero?
La boca de Kiku se contrajo en un rictus, pero no llegó a sonreír.
 Pregunta muy acertada. Mi psiquiatra dice que es porque soy un anarquista que se
ha equivocado de profesión. Ahora siéntese y discutiremos la causa de que sea usted tan
duro de mollera. Encontrará cigarrillos en el brazo del sillón.
Greenberg se sentó, se dio cuenta de que no tenía cerillas y pidió lumbre a Kiku.
 No fumo  respondió éste . Creía que eran de ésos que se encienden solos. ¿No lo
son?
 Oh, sí, es verdad.
Greenberg encendió un cigarrillo.
 ¿Ve usted? No sabe hacer uso de sus ojos y oídos. Sergei, cuando esa bestia habló,
usted debiera haber aplazado la vista hasta saber más cosas de ella.
 Es posible.
 ¡Es posible! Hijo mío, sus timbres de alarma subconscientes debían estar resonando
como el timbre de un despertador el lunes Por la mañana. En realidad, dejó usted que le
echasen a la cara toda suerte de suposiciones e indirectas, una vez terminado el juicio, o
cuando creyó que había terminado. Y por una joven, una niña casi. Me alegro de no haber
leído los periódicos; apostaría a que se lo han tomado a chacota.
Greenberg enrojeció. El sí había leído los periódicos.
 Entonces, cuando estuvo hecho un verdadero lío, en lugar de tratar de salir del
embrollo y hacer frente a su reto... ¿Hacerle frente cómo? Aplazando la vista, desde
luego, y ordenando que se abriese la encuesta que usted debiera haber ordenado desde
el principio, para...
 ¡Pero si la ordené...!
 No me interrumpa: aún no he acabado con usted. Luego procedió a emitir un
veredicto del que no hay precedentes desde que Salomón ordenó que partiesen al niño
en dos. ¿Dónde estudió usted Derecho?
 En Harvard  respondió Greenberg sombríamente.
 Ya... Bueno, no debería mostrarme demasiado duro con usted; está coaccionado.
Pero por los setenta y siete dioses con siete lados de los Sarvanchil, ¿qué se le ocurrió
hacer después? Primero, rechazar una petición de las propias autoridades locales para
que ese bruto fuese destruido en interés de la seguridad pública. Luego, se contradice,
concede la petición y les dice que lo maten..., con la sola condición de que este
Departamento dé antes su acostumbrada aprobación. Todo eso en menos de diez
minutos. Hijo, no me importa que usted dé en público la impresión de ser un perfecto
zoquete, pero ¿debe incluir también al Departamento?
 Jefe  dijo Greenberg con humildad , admito que me equivoqué. Y cuando vi que
me había equivocado, hice lo único que podía hacer: anulé mi anterior veredicto. Esa
bestia es realmente peligrosa y en Westville no existen los medios para tenerla encerrada.
Si no hubiese sido ir más allá de mis poderes, hubiera ordenado que la destruyesen
inmediatamente, sin esperar la aprobación del Departamento..., su aprobación.
 ¡Vaya!
 Era yo, y no usted, señor, quien estaba allí. Usted no vio cómo se bombeaba aquella
sólida pared, ni presenció la destrucción subsiguiente.
 Eso no me impresiona. ¿Ha visto alguna vez una ciudad totalmente arrasada por una
bomba nuclear? ¿Qué importancia tiene la pared de la sala de un tribunal?
Probablemente algún contratista de obras sin escrúpulos hizo antes su agosto al
construirla con materiales defectuosos.
 ¡Pero, jefe... debiera usted haber visto la jaula que rompió previamente! Estaba
hecha con vigas de acero soldadas. Las arrancó como si hubiesen sido de paja.
 Recuerdo que usted me dijo haberlo examinado mientras estaba en esa jaula. ¿Por
qué no procuró que lo encerrasen en un sitio de donde no pudiese escaparse?
 Pues, porque no concierne al Departamento la provisión de mazmorras.
 Muchacho, todo lo que esté relacionado de algún modo con «allá afuera», concierne
especialmente a este Departamento. Y usted lo sabe. Cuando lo sepa tanto dormido
como despierto, de la punta de los cabellos hasta la punta de los pies, entonces
empezará a ser un hombre del Departamento Espacial. No le enviamos allí para que
cumpliese una fastidiosa rutina, como si fuese un presidente honorario cualquiera que va
a probar la sopa de una casa de caridad. Era de suponer que usted iría allí con ojos y
oídos alerta, tratando de descubrir cualquier «situación especial». Pero falló. Ahora
hábleme de esa bestia. He leído el informe y he visto su fotografía. Pero no es bastante;
me falta una impresión, directa, personal.
 Verá, es de un tipo multipodal no equilibrado, con ocho patas. Su dorso tiene unos
dos metros y pico de altura. Es... Kiku se enderezó:
 ¿Ocho patas? ¿Y manos?
 ¿Manos? No.
 ¿No tiene algún tipo de órganos manipuladores? ¿Un pie modificado?
 No, no tiene nada de eso, jefe...; de haberlo tenido, hubiera ordenado
inmediatamente una investigación a fondo. Las patas tienen el tamaño de barriles para
clavos, y son muy delicadas. ¿Por qué?
 Por nada. Siga.
 La impresión que produce es de una mezcla entre rinoceronte y triceratops, aunque [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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